Sobre los pueblos y los olvidados
Como ya comenté, las entradas sobre pueblos abandonados que
voy insertando en mi blog proceden (aunque más ilustradas) de mi anterior blog
“Burnau”.
Este fin de semana me compré un libro curioso y recomendable, “Espiga”, de
José Damián Dieste; sobre Refranes agrarios del Alto Aragón. En el prólogo, Severino Pallaruelo expone el
fondo del trabajo de José Damián, es decir, el de dejar constancia de numerosas
expresiones que, sumadas, nos perfilan un estilo de vida que ya, prácticamente,
no está.
Me gustó porque me recuerda lo que pretendía, aunque más
humildemente, con mi blog. Salvar alguna historia del olvido, con un cierto
sentimiento de urgencia. Urgencia porque
poco a poco nos van dejando las personas que vivieron ese estilo de vida y no
habrá nadie que nos pueda traspasar conocimientos atávicos, que han sobrevivido
a siglos de diferentes culturas, pero no han podido afrontar el choque de
nuestra revolución industrial.
Garra de oso en una puerta de Gistaín/Chistén
Extrayendo párrafos de su prólogo, Severino Pallaruelo nos relata…
Hay un pozo profundo y oscuro –el del olvido- al que va
cayendo todo lo que deja de tener una función útil. Allí se acumulan prendas que un día fueron
elegantes, muebles en cuya ejecución se esmeró el artesano, herramientas con
las que se realizaban tareas consideradas primorosas, vajillas….Todo acaba en
el mismo pozo, hasta las palabras: idiomas enteros y culturas elaboradas.
En el pozo oscuro cae todo y cabe todo, nunca se llena. Calla, recibe sus tributos sin ruido, no
parece reclamar nada pero sabe que le pertenecerá todo.
Cada día vemos caer cosas a la soma insondable del
olvido. Se marchan, sin que nadie las
mire, a perderse para siempre en la oscuridad de lo que ya no es. Todas las generaciones han podido ver como
desaparecían en el precipicio gran parte de las costumbres, de las palabras y
de los objetos entre los que se desenvolvió la vida de sus padres y la suya
propia. Los que ahora rondamos los
sesenta años y nos criamos en las montañas de España hemos visto caer en ese
pozo todo un mundo, como si una gigantesca riada arrastrara hacia el abismo
oscuro el entorno donde crecimos. Todo,
todo fue arrastrado: las herramientas, los trabajos, los animales, las casas,
las familias, los campos, los caminos, las aldeas, las costumbres, las fiestas,
la forma de hablar…No quedó nada.
A veces, mirando la magnitud de la masa oscura que se
precipitaba hacia el pozo del olvido, hemos tenido la sensación de que no podía
albergarlo todo en su seno, de que rebosaría y algo se salvaría. Pero no es
así: todo se ha sumergido en la oscuridad del pozo que se tragó antes
civilizaciones enteras. Hemos hecho
esfuerzos por salvar lo que más amábamos. Otros lo hicieron antes que nosotros.
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